Javier Milei se jacta de su temeridad.
Suele decir que acelera en las curvas, que no le tiene miedo a nada y que daría la vida antes de tomar tal o cual medida que considera inoportuna.
Es un rasgo que adorna su personalidad excéntrica y su pulsión por el vértigo, pero que contrasta con el producto que vende.
La clave del milagro libertario ha sido hasta acá el orden: en los precios y en la calle..